martes, febrero 20

La cultura del libro

Un texto recuperado para aquellos que piensan que leer nos hace libres...

La cultura del libro, postrada
Fernando Valdés
El Financiero
Martes, 20 de febrero de 2007

Terminé de leer la historia de las empresas editoriales de América Latina y, nuevamente, encuentro la cultura del libro postrada. Participaron en esta historia siete países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Venezuela, Nicaragua y México. Aunque no están todos, son éstos los que nos dan una idea de la tragedia y efímero éxito de quienes invierten en este negocio. No es como el de las armas, las casas de juego, las drogas o la industria farmacéutica con sus laboratorios... El 99 por ciento de los negocios, menos uno: el cultural.
En este libro hay frases y pensamientos bellos, pero nada más. Nos conmueven y nos llenan de orgullo, pero nada más. Nos parecemos al Chapulín Colorado, pero nada más. Digo esto porque al empezar el escrito se me acercó un amigo centroamericano para decirme, entre risas, qué bueno era este personaje de la televisión. Sabiduría popular o sumisión a la era electrónica. Pero, en fin, este libro no habla de datos alegres, sino de penas y tragedias y esperanzas... que no tendrán sol.
Se dice que el Fondo de Cultura Económica cubrió parte de las necesidades bibliográficas académicas de varios países de América Latina. Pero no se dice por qué abandonó muchas de las publicaciones académicas cuando estuvo dirigido por el iniciador del neoliberalismo en México: el expresidente Miguel de la Madrid. El FCE cubrió entonces y llenó vacíos de publicaciones académicas y universitarias que dejaron en el abandono gobiernos irresponsables latinoamericanos.
Esa Casa editorial no es empresa particular. Tiene un presupuesto que le ayuda a funcionar y sortear cualquier situación económica. Podemos decir que, ahora, ha retomado el camino de ese tipo de publicaciones. Este hecho, y la apertura de varias librerías, como la Rosario Castellanos y la del aeropuerto, en la ciudad de México, marcan una nueva era en la trayectoria de esa prestigiosa editorial que, sin embargo, con toda seguridad se verá afectada por las erráticas decisiones de este gobierno que ve en la educación y la cultura "un peligro" para un fin perverso. Sea de ello lo que se quiera, el FCE es una empresa del Estado. Ojalá existiera en nuestra América una editorial pujante, como lo es el Fondo, pero manejada por la iniciativa privada. Esto, sin embargo, parece hoy una utopía. Siglo XXI y Editorial Era, entre otros pequeños editores, hacen esfuerzos extraordinarios desde México y Argentina, pero no son ni, parece, serán un FCE.
Carvajal de Colombia (Norma), en su cuarta generación de litógrafos, se erigen como comerciantes de productos para oficinas, escuelas y editores, pero no cubren las expectativas de una gran editorial, como el Fondo, para emerger con liderazgo dentro de la industria del ramo.Argentina cuenta con cinco casas editoriales que cubren, tal vez, la demanda de trabajo editorial académico. Ellas son Kapelus, Paidós, Sudamericana, Espasa Calpe y Emecé. Empero, no se trata ya de empresas nacionales. Además, en la actualidad, ya no combinen una función social, cultural y académica de corte nacionalista, pues lo que cuenta para ellas es hoy lo puramente comercial.
Brasil es una gran esperanza para la región, pero se interpone el idioma portugués. La mayor parte de las casas editoriales de toda América Latina no podría pagar lo que estarían dispuestos a traducir.Cuba es referente obligado por una razón: es el único país de América cuya población no es analfabeta. Su producción editorial, tutelada por el gobierno a pesar del bloqueo, ha sabido sortear las dificultades y ha permeado en la población con publicaciones económicas que llegan a todos los sectores del país. Por cierto, Cuba no se toma en cuenta en la historia de este libro.Se requiere un mercado de consumo para este tipo de producto y hoy no existe en nuestro continente. Se puede afirmar, como bien lo informa este libro, que la industria editorial no crece al mismo ritmo que su población.
Al contrario, puede constatarse que algunos países, como Argentina, perdieron sus más conspicuos representantes de la industria editorial. Ello no obstante, junto con Brasil, constituyen en toda América los únicos países que ostentan el mayor número de editoriales particulares y de librerías. Este hecho es irrebatible y ningún país de la región registra algo semejante, ni siquiera México con su Fondo de Cultura Económica de corte oficialista. En Chile, tras la instalación de la dictadura militar de Pinochet, en 1973, el empresario editor pasó al exilio y, hasta la fecha, no alcanza la producción a que llegó en el periodo precedente.
Colombia y Venezuela conservan sus raras editoriales, sin ninguna sorpresa, por más que se hable de Carvajal (Norma), porque su mayor inversión en libros no se orienta al sector académico. La editorial y colección Ayacucho, y el premio Rómulo Gallegos, y la editorial Monte Ávila son propuestas del gobierno venezolano a partir de la riqueza del petróleo, pero no de la demanda de un mercado culto.
En Nicaragua y Centroamérica, que andan en busca de editor, y en México, donde no hay un particular del tamaño del FCE, los pequeños editores nacionales somos la esperanza para el fomento de la cultura nacional.
Somos, las pequeñas editoriales, empresas que queremos hacer negocio, como lo hacen nuestros colegas de otros ramos. Sin embargo, parece que estamos condenados a desaparecer porque se nos obliga a pagar impuestos y se nos equipara a las empresas que negocian con el alcohol, las cantinas y la comida chatarra.
Algunos medios de comunicación corruptos (otro gran negocio de complicidades) apoyan hoy una sociedad manipulable, promoviendo casas de juego y prostitución, así como el comercio y consumo desmesurado, y tratan de demostrar que generan trabajo y riqueza, alejando a la sociedad de la cultura. Los índices de pobreza en el mundo registran un 60 por ciento de pobreza creciente.
El día que a la industria y a la empresa culturales se les exima de pagar impuestos empezará una etapa de desarrollo social y viviremos en un mundo más justo, en el que no habrá concentración de capitales en pocas manos, ni políticos mesiánicos poderosos.

1 comentario:

Enigma dijo...

... quien sabe, no es llear contrarias ni mucho menos, pero al pueblo mexicano, salvo honrosas escepciones, no les gusta leer ni libros con "dibujitos"

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra